NOSTRADAMUS DE ALMACÉN (creer o reventar... del hígado)
La espera nos hace más perspicaces. Nos despierta los sentidos y exacerba la atención hacia detalles antes desapercibidos o quizá insospechados . Eso experimenté hoy en un negocio de comestibles.
No tuve el coraje de increpar al vendedor sobre el criterio y/o estrategia comercial de semejante apodo para un simple amasijo de boniato, azúcar, calor y tiempo. Tampoco pude alzar mi voz de clienta consternada en su buena fe de consumidora ingenua, tradicional y apegada a la lógica. Uno no quiere andar leyendo entre líneas ni teniendo que descifrar el porvenir en cada mordiscón... Al pan, llámelo pan, al vino...vino (espacio del post disponible para auspiciantes) y al rengo, ya me lo.... (el remate es de mal gusto, por lo que me abstengo de transcribirlo). En todo caso, lo hubiesen bautizado "Profecía de dulzura", que es cursi pero mucho más alentador que ese final abierto al abismo de las especulaciones.
Seguramente el buen hombre no habría sabido qué contestar a tan sesudos planteos...
De todos modos, cuando llegó mi turno, apenas pedí dos masas para tarta, pagué con cambio y abandoné el recinto en silencio, de lo más abatatada.
Mientras aguardaba que llegara mi turno de ser atendida, procedí a observar los cientos de productos apiñados en las estanterías. El local, si bien pequeño en dimensiones, ostentaba gran variedad de artículos: latas de atún, fideos secos, yerba, galletas, snacks ("papasfritasenlabolsa" =nombre alternativo de blog ;) En las heladeras, quesos de toda clase y forma, fiambres varios y surtido de lácteos.
Mi paneo escrutador se detuvo en el punto más alto de la estantería que tenía enfrente. Allí, media docena de latas tamaño familiar de dulce de batata coronaban la cumbre del abasto. Horizontales unas y erguidas en exposición cuasi pictórica las restantes, mostraban la tentadora imagen del postre atesorado -siempre una porción separada del todo, como invitándonos a estirar la mano con nuestro plato y servirnos lo que nos corresponde por goloso derecho (o izquierdo, para quienes somos zurdos).
El hallazgo de esta visión, el detalle peculiar y destacable, fue el nombre del producto: Dulce de batata "Profecía" (ah? sí, leyeron bien). ¿En qué retorcida mente cabe apodar un comestible con un vocablo tan oracular y auspicioso? ¿Se trataba -acaso- de una novedosa estrategia de marketing inverso? Porque, por más que hice un esfuerzo, no encontré en semejante mote más que el pronóstico estético-estomacal que vendría con la ingesta de 5 kilos de tal confitura a la vainilla o al chocolate (sus dos presentaciones): Manso empalago, mansa resaca gástrica, Marilyn/Laureano manson (elíjase uno u otro según lugar de residencia). Vaticinio de cólicos, espasmos y arcadas. Profecía, sí, de las autocumplidas: la propia debilidad ante ciertas exquisiteces (kryptonita de papilas gustativas) y el consecuente descalabro en dieta y organismo.No tuve el coraje de increpar al vendedor sobre el criterio y/o estrategia comercial de semejante apodo para un simple amasijo de boniato, azúcar, calor y tiempo. Tampoco pude alzar mi voz de clienta consternada en su buena fe de consumidora ingenua, tradicional y apegada a la lógica. Uno no quiere andar leyendo entre líneas ni teniendo que descifrar el porvenir en cada mordiscón... Al pan, llámelo pan, al vino...vino (espacio del post disponible para auspiciantes) y al rengo, ya me lo.... (el remate es de mal gusto, por lo que me abstengo de transcribirlo). En todo caso, lo hubiesen bautizado "Profecía de dulzura", que es cursi pero mucho más alentador que ese final abierto al abismo de las especulaciones.
Seguramente el buen hombre no habría sabido qué contestar a tan sesudos planteos...
De todos modos, cuando llegó mi turno, apenas pedí dos masas para tarta, pagué con cambio y abandoné el recinto en silencio, de lo más abatatada.
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