Sunday, April 29, 2007

a regalo imaginado...

Hace poco vi una autobiografía de Monty Python, Leandro, que por estas latitudes sale como doscientos mangos. Si tuviese disponible tal suma (o cantidad de fruta) te juro, hermanito, te mandaba el libro.

Valga -mientras tanto- esta buena y gratuita intención de recordarte.

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Thursday, April 26, 2007

Lazarillo de Torpes


De atolondrada, ella

vuelca siempre una gota de café al retirar la taza del microondas/

arrebata el aceite vegetal en la sartén aún sin cebollas/

golpea por dentro el escritorio al cruzar la pierna/

equivoca -religiosamente- los tiros triples al basurín del estudio/

estrella sus cortas extremidades contra los marcos de las puertas/

zangolotea el final de la persiana al acomodar papeles/

confunde el compartimento de jabón del lavarropas/

pierde ideas brillantes justo antes de tenerlas/



De reflexivo, él

intuye un nosequé/

la ama, todavía/

y se arma de paciencia/.



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Monday, April 09, 2007

del polvo venimos y al polvorón vamos (antojo desmedido)

Mi buena acción de semana santa fue alimentar a la gata de mi amiga mientras esta última pasaba unos días en Chile. Cada vez que iba, jugaba un rato con la minina y aprovechaba para ver el cable (en casa tengo apenas el nueve en el monitor de la pc).

En una de esas incursiones zappingleras estaba cuando caí en un canal gourmet, justo al final de un programa de sushi y al comienzo de otro en el que un chef de la Ma're Patria prometía salivarnos con la preparación de Turrón de Alicante y Polvorones. ¡Polvorones...! se me hizo agua la boca del recuerdo cuando vinieron de un tirón al paladar los que saboreaba a más no poder en el negocio de mi abuelo. Uno de los deliciosos tesoros encontrados en "La Rosarina" estaba a un abrir de paquetito encerado, y el liso manjar de dulzona arena blanca aparecía dispuesto a deshacerse al primer contacto con la lengua. (¿Golosa yo?)

Por eso mi ilusión mientras copiaba el paso a paso de la receta. Por eso mi empeño en apuntar con precisión cada detalle. Para recuperar ese sabor de infancia, y poder resucitarlo en mi cocina para uso personal las veces que quisiera.

El especialista pasó buena parte del tiempo hablando de las bondades de la pastelería, de cómo un arte culinario tan exacto hace el camino más fácil, sobre todo al principiante gastrónomo. Grandes fueron mi desconcierto y decepción cuando, en el repaso de todo el procedimiento, al final del programa, no figuraba ninguna especificación de cantidades de los ingredientes. Ni una pista. Nada. Ni en gramos, ni en libras, ni en onzas, ni siquiera en euros. ¿Cuánta harina debía tostar? ¿Un puñado, medio kilo, a gusto? El huevo supe que era uno, porque lo oí mientras el tío cocinaba, pero me fijé bien y en la pantalla no pasaban los datos ni las proporciones, como suelen hacer en otros casos. No señor. Niente.

Ay, Borja... ¿Qué habrá pasado por esa cabecita ibérica? "Ya os pashé la metodología y los componentes, joder, ¡resolved por vosotros el resto!" ¿O será una modalidad del canal, para obligar al televidente a meterse en el sitio web y/o mandar mails a los respectivos programas?

Si ese buen hombre del delantal es algo de Eladia, seguro oirá mi lamento sudamericano, cruzando océanos, surcando espacios, inquiriéndole: "¿Cómo fue? ¿pero cómo fue? / cualquiera de estas noches -Borja- voy a entrar en tu balcón / ¡para saquearte el recetario y cocinar tu polvorón!"

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