Friday, January 19, 2007

LAS MOZAS INQUIETANTES (almuerzo anecdótico)

A mediados de noviembre del año que pasó tuve oportunidad de hacer una escapada a Valparaíso con mi chico. Él daba una charla en el marco de unas jornadas tecnológicas y yo lo acompañé, como buena hormiguita viajera. Uno de los organizadores había conseguido pases gratis a los conferencistas que venían de lejos, para almorzar en el buffet de la universidad. Bah, nosotros creímos que se trataba de un simple buffet, pero el destino y las instalaciones nos dieron una grata sorpresa.

Subimos por ascensor los cinco pisos que nos llevarían al paisaje más inesperado. Tras unas paredes de cristal se desplegaba lo que parecía un local cinco tenedores. De acá nos derivan al kiosko con tickets para tostados, malpensamos los siete poligrillos. Pero no, el milagro estaba a punto de suceder . Resulta que la facultad tenía dentro de su oferta académica la carrera de Gastronomía & Turismo y ese hermoso escenario era nada más ni nada menos que el Restaurant-Escuela de tales alumnos. Ese mediodía seríamos únicos y exclusivos “clientes”.


APERITIVO

Nos recibieron los abrigos, los bolsos y nos invitaron gentilmente a pasar al balcón con vista al Pacífico, desde donde mirábamos agitarse el mar mientras degustábamos un exquisito pisco sour.


PRESENTACIÓN OFICIAL

Cuando terminamos el pisco, nos indicaron el camino a las mesas. Bellos manteles, delicada decoración, muchos cubiertos. Teníamos la sensación de estar en el lugar equivocado, usurpándole el asiento a algún caballero refinado. Entonces vino la bienvenida oficial. Maître y camareras nos saludaron en varios idiomas (en el que cometieron menos trastabilladas fue en español), remedando discurso de azafatas. Se los veía y oía nerviosos, ansiosos, casi tanto como nosotros, comensales de etiqueta improvisada. Allí supimos que se trataba del restarurant-escuela y que era un honor para ellos servirnos la comida que estábamos a punto de saborear. Desabróchense los cinturones, el menú está por despegar.



APPETIZER DE MARISCOS

“De afuera hacia adentro” esa era la única indicación de protocolo de vajilla que manejaba nuestra vergonzosa y escasa experiencia en mesas de alto nivel. Por ello debimos ser asistidos en cuanto al uso de ciertos utensilios, sobre todo porque, además de ser incapaces de reconocer la variedad del fruto de mar en cuestión, se nos planteaba -literalmente- el “¿y esto? ¿con qué se come?”.


ENTRADA

El sommelier -apenas salido de la pubertad- nos contaba la variedad de vino que acompañaría la inmediata etapa masticatoria. Un buen mozo ( sólo en el sentido estético del término) intentaba explicarnos las opciones: kitsch de espárragos y alcachofa o sopa de cebollas. Nos trajeron lo elegido con celeridad y prestancia de novatos que se esfuerzan por atender al comensal con toda ceremonia. Sin embargo, a los convidados nos empezó a causar cierta gracia la puesta en escena de la que éramos parte. Los payucanos sacábamos fotos a cada plato para dejar testimonio del evento culinario (No nos van a creer cuando lo contemos), pero a su vez... el personal del restaurant (alumnos entusiasmados por estar haciendo carne el currículo)... ¡se fotografiaba entre sí, para dejar también constancia de su performance de servicio gastronómico!


PLATO PRINCIPAL

De nuevo el menú se bifurcaba: lomo con verduras grilladas/suprema con soufflé de camote. Buscábamos, sin querer, que en las opciones de la mesa estuviesen presentes todas las variables, simplemente por no privarnos de la vistosa presentación de cada uno de los platos.

Trajeron, como acompañamiento, pancitos saborizados para untar con mantequilla. Las manos de la moza temblaban, mientras trataba de retirar los restos de un pan anterior y sustituirlo por el nuevo, más caliente. Los dedos torpes manejaban dos cucharas a modo de palillos chinos que apenas alcanzaban a pellizcar su objetivo que saltaba del platito al mantel como potrillo indómito. Mientras tanto nosotros, conteniendo la respiración y la risa, procurábamos sentirnos menos incómodos con el hecho de estar siendo observados en cada movimiento de mandíbula.



POSTRE

-¿Bavarois de chocolate blanco? ¿Suspiro limeño? “En ese orden” -pensé, pero elegí este último ya que mis compañeros de mesa habían optado por el primero. Rico, empalagoso, pero rico. Acto seguido y, viendo que no nos retirábamos, nos ofrecieron un café, como para sellar el paladar con la contundencia del instantáneo trasandino.



FINAL DE COMIDA

Abandonamos el restaurant bajo la cálida sonrisa de las mozas, ahora un poco más aliviadas (lo peor había pasado). Nos acercaron los abrigos y agradecieron nuevamente el haber sido parte de su simulacro de atención al público. No lo dijeron así, pero se les veía en los ojitos que atesoraban cada ocasión de poner en acción lo que aprendían durante las clases teóricas. Quizá no fuimos los receptores más calificados -entre burlones y atónitos por el lujo y calidad de los manjares e instalaciones- pero sí los estómagos más afortunados y contentos.

A la noche, para no desentonar, cenamos dos completos por muy pocos pesos, en un bolichito cercano al hotel.

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Saturday, January 06, 2007

guillerminas a los chanchos

La verdad sea dicha: los Reyes Magos son los Papás Noeles disfrazados.

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