Soñé que me regalaban una mandarina. La verdulera me la obsequiaba porque era la última de un cajón de las de $10 el kilo (¡cómo aumenta todo, hasta en los sueños!) y creía ya no poder venderla suelta. Yo iba de paso, la pensaba comer en el camino. Ante tal generosidad, le preguntaba a la mujer el día de su cumpleaños, para agradecerle el gesto.
Ahora que lo pienso, es bastante ridículo escribir una tarjeta a una desconocida con la frase: "
Feliz día. Que todos tus deseos se cumplan y gracias por la mandarina del año pasado".
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