16:52:05 tomo el colectivo que me llevará a la casa de mi amiga. Dos paradas antes de bajar, sube una chica rubia que atrae mi atención. Parece salida de una pelìcula europea. El pelo suelto y natural, salvajemente acomodado; nada de maquillaje y un vestido liviano con pinceladas diagonales en tonos bordó, rojo, marrón y crema. Muestra una identificación al chofer y pasa a buscar un lugar donde sentarse. Un minuto después, bajo del micro.
21:54:40 luego de toda una tarde de charla, mates y aire acondicionado, me encuentro otra vez arriba de un colectivo, ahora de regreso. A las dos paradas de haberme subido veo, a través de la ventanilla, a la chica rubia del vestido vistoso caminando por la vereda de enfrente. Me sonrío con la complicidad de quien presencia magia a pequeña escala. La idea de que ambas hayamos transitado nuestra actividad sabatina en el mismo lapso me causa un extraño regocijo. La sigo observando mientras el micro avanza.
Me pregunto si apura el paso hasta alcanzar la calle paralela donde abordará el colectivo en el que -casi seguro- estaré yo, a dos paradas de bajarme para visitar a Patricia.
Labels: la vida misma