Están en todas p-artes y espectáculos. Hay para todos los disgustos. Son una raza hormigueante y subrepticia que molesta ad honorem sin descanso. Cuando uno menos lo espera, salen a escena haciendo ostentación de desatino y poco altruismo. Nacieron sin el sentido de la ubicación y con el "me cacho en los demás" exacerbado. Donde encuentren ocasión, harán su gracia, para desagracia de quienes estén en las cercanías.
Los que deciden hacer un picnic bajo techo; engullidores de alimentos particularmente ruidosos durante una película, función de teatro y/o concierto. La sinfonía crujiente de envoltorios de golosinas, pororó alevosamente masticado, chicle infame y succión de gaseosas puede llegar a perturbar el clima necesario para disfrutar en paz del sonido genuino de la obra.
Los frágiles de salud, cuyo cuadro clínico parece manifestarse y empeorar en la oscuridad. Toses, carraspeos, estornudos y demás corporalidades exasperan y sorprenden al desprevenido que pega el salto cuando su compañero de junto se suena la nariz con repentina estridencia. Si estabas con semejante catarro, Cacho, te hubieses quedado en casa y en cama...
Los adictos a sus celulares que -desoyendo las reglas de urbanidad que imploran se apague o silencie el aparatito entre funciones- atienden lo más campantes y charlan a boba voz en el teléfono. -"Síiii, estoy acáaa en el cineeeee. Tu familia ¿cómo andaaa?".
Un subgénero son los que se ponen a mensajear in situ, creando con el resplandor de las mínimas pantallas, tragedias máximas de distracción y enojo en el entorno. Salta a la luz que son unos infelices, ¿no?
Los verborrágicos que se la pasan comentando, riendo y charlando con el compañero de butaca. Susurran, fingiendo consideración, pero de a poco van subiendo el volumen. Igual molestan con su incesante bisbiseo, Ni hablar cuando, encima, el tema de conversación es totalmente ajeno al evento. Dan ganas de provocarles una hemorragia lingual, amputándoles de un tajo el miembro de la injuria con el filo de la entrada.
Y los desubicados que llevan niños pequeños para que lloren en el momento menos oportuno. Y los rezagados que llegan tarde y encima te pasan por delante, te pisan y se posan en uno para no perder el equilibrio hasta llegar a su localidad. Y los impacientes que se levantan como ejectados ni bien comienzan a pasar los créditos de la película y, ante perlitas o escenas de yapa proyectadas, se paran en mitad del pasillo (en el mejor de los casos) o detienen su humanidad frente a uno, eclipsando la pantalla en completa indolencia.
Son estos seres insufribles los mismos que, ante un reclamo civilizado, ponen cara de asco y tienen el tupé de ignorarlo a uno. Incluso a veces, los sádicos, continúan las prácticas in crescendo, desafiantes e impunes. ¿Por qué se empeñan en asistir a eventos que requieren un mínimo de predisposición contemplativa? ¿Para qué fingen interés por cualquier manifestación artística? ¿Acaso gozan provocando en otros la ira contenida, la úlcera del ánimo? ¿Se excitan, los muy guarros, con los "Shhhhhhhh" que a cada rato reciben de sus víctimas?
Dense por avisados, lectores : toda vez que vayan a una muestra, concierto, película u obra de teatro, ellos estarán allí, acechando.
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